Ante un fondo de imágenes, ante el equilibrio y la transparencia, ya sólo nos vale el desequilibrio de lo visual, la inestabilidad de lo apenas visible o lo demasiado visible.
La restauración en el arte puede contribuir a descubrir aspectos de nuestro ser que nos permiten vivir de una manera más integrada y plena, más consciente, respetuosa y libre. Es por eso que nos corresponde visualizar obras y reconquistar espacios. La excesiva racionalidad y el alto grado de especialización, entre otros aspectos, de nuestros actuales modos de vida nos dirigen más hacía la fragmentación y la dualidad que hacia la armonía interior.
El encuentro creativo que inauguramos en saludo al día de la Cultura Cubana, es un proyecto muy especial que nos habla de la memoria viva de un país, de un presente y un pasado cercano, la muestra “Restauración: Prólogo abierto…”, proviene de un grupo de los artistas más importantes de nuestra contemporaneidad: maestros, creadores, experimentadores incansables y vanguardia constante.
En esta ocasión les sugerimos a los espectadores que “Experimenten, no interpreten”, proponemos con esta exhibición, dialogar en contra de la actitud interpretativa, ese modo moderno de comprender, que además de ser asfixiante y reaccionario, termina por adecuar el mundo a una serie de códigos y categorías que por más progresistas que se quieran, lo empobrecen y domestican.
En esta muestras todos son testigos activos de un tiempo y una historia, una historia que se suma a la de los días que vivimos y que nosotros debemos contar para que no sea manipulada por otros.
Son, pues, mis palabras, un exordio a las obras de estos catorce artistas, sus instalaciones, fotografías, pinturas y dibujos, son vibrantes, llenos de vida, delicadas y sublimes.
La pertinencia de sus creaciones visuales se consolida en el común sentir de la experiencia humana de añorar, de soñar, pero en su caso, como un pájaro que en lugar de trinos le arranca colores a su garganta.
Desde la realidad de sus propuestas he logrado aprender un poco de su semántica, de sus códigos, de sus modos personales de desarrollar el discurso. En estos tiempos de pandemia agresiva y difícil, vale preguntarse más allá de lo que crean por qué lo han creado.
Esas veintinueve obras suelen ser el vestido de ideas suyas que merecen especial atención. La representación del paisaje pinareño muestra un veguerío habitable, inmerso en unas montañas bañadas por un sol estival y que parece evocar la soledad humana, aquella de la que los autores se afincan para conocerse a sí mismo, ese espacio desierto del ser humano desde donde, sin embargo, el Ser se las arregla para echar sus flores.
Cada temática encontrada por la fotografía, engalana a la tierra que por tanto tiempo le negara el agua y que en lugar de ríos le brotan pasiones.
La exposición es la oportunidad para pensar el mundo de otras posibles maneras, no como revelación ni como verdad, sino como posibilidades para un intento de presentar la realidad más allá del arte, y como un intento de presentar lo real del sujeto más allá de la cultura. Dos movimientos de alejamiento. El primero pretende bajarse del arte para entrar en la vida cotidiana, y el segundo, bajarse del mundo real para penetrar en lo que hay más allá de las convenciones culturales.
En fin, el discurso curatorial debe entenderse en el conjunto, teniendo en cuenta la reticencia, que como en el lenguaje visual cuenta tanto el silencio como el sonido, y se requiere reparar no sólo en lo que se ha dicho sino en lo que se ha dejado de decir.
Podríamos hablar de cada obra en particular, pero nuestro deseo es que cada quien entable con estas piezas su propia conversación. Ellas están en la capacidad de explicarse a sí mismas como patrimonio indispensable de nuestra sociedad.
Por: M.Sc. Heriberto Acanda Ramos.